Acá va otro problema que, según cómo se plantee, puede resultar fácil o difícil. (Y no, no tiene ningún «truco» ni «trampa«.)
Un monje parte al amanecer de cierto día desde su monasterio, que se encuentra al pié de una montaña, hacia la cima de la misma. En su camino asciende por un angosto sendero, quizás deteniéndose cada tanto para recuperar el aliento o para apreciar el paisaje. Al cabo de varias horas, finalmente alcanza la cima.