Las palabras no tienen «sexo» sino «género«. Al menos eso aprendí de chiquito en la escuela. Pero algo parece haber cambiado, ahora parece ser que el género de las palabras denota el sexo de los objetos que estas denominan; y esto, claro está, va a contramano de la nueva corriente de «igualdad por la fuerza«.
Así es que nos encontramos por todas partes con «presidentes» y «presidentas«, «concejales» y «concejalas«. A nadie parece molestarle, por ejemplo, que la palabra «persona» tenga género femenino. Al menos por ahora…