
En medio de la discusión por la reforma electoral, en la que se propone implementar el sistema de voto electrónico conocido como «boleta única electrónica», una palabra aparece recurrentemente: auditoría. Entre quienes avalan la iniciativa hay un consenso generalizado de la importancia de auditar el sistema informático con el que se pretende que los ciudadanos emitan su voto. A nadie parece llamarle la atención que un sistema que se presenta como «transparente y confiable» (atributos indispensables) requiera de auditorías extremadamente complejas.