Como queda demostrado en este caso real, hay que tener muchísimo cuidado con las cosas que uno lee en la web. Ni siquiera hay que confiarse en la supuesta seriedad de algunos medios. Lo que sucedió recuerda al juego que de chicos (y no tan chicos) solíamos jugar: el «teléfono descompuesto«; en el que una persona le dice algo a otra al oído y se van pasando el mensaje, hasta que la última persona dice lo que entendió… y generalmente hay muchas diferencias con el mensaje original.
Todo comenzó a partir de una noticia publicada por el periódico digital The Inquirer: