Fragmento de la participación de Sam Harris en el debate «El fundamento de la moral» en la Universidad de Notre Dame, EE.UU., en 2011.
9 millones de niños mueren cada año antes de cumplir 5 años. Imaginen un tsunami como el que vimos en 2004, que mató un cuarto de millón de personas. Uno de esos cada 10 días, matando sólo niños de menos de 5 años. Son 24.000 niños por día, 1.000 en una hora, unos 17 por minuto. Eso significa que antes de que termine esta frase algunos niños habrán muerto
en terror y agonía.
Piensen en los padres de estos niños. Piensen en el hecho de que la mayoría de ellos creen en Dios, y están rezando en este momento por que sus hijos se salven, y sus plegarias no serán respondidas. Cualquier dios que permita que los niños sufran y mueran de a millones de esta forma y que sus padres se aflijan así, o bien no puede hacer nada para ayudarlos, o bien no le importa. Y es por lo tanto impotente o malvado.
Y peor aún, la mayoría de estas personas —mucha de esas personas, sin duda— irán al infierno porque le rezan al dios equivocado. Piensen en eso. Sin que sea su culpa, nacieron en la cultura equivocada, donde tuvieron la teología equivocada y se perdieron la revelación. Hay 1.200 millones de personas en India ahora mismo. La mayoría son hindúes, la mayoría, por ende, politeístas. No importa cuán buenas sean estas personas, están condenadas. Si rezas al dios mono Hanuman, estás condenado. Serás torturado en el infierno eternamente. ¿Hay siquiera la más vaga evidencia de esto? No, sólo lo dice en Marcos 9, Mateo 13 y Revelaciones 14. Quizá recuerden del Señor de los Anillos que cuando los elfos mueren van a Valinor y pueden renacer en la Tierra Media. Sólo lo digo como punto de comparación.
Así que Dios creó el aislamiento cultural de los hindúes, diseñó las circunstancias de sus muertes en la ignorancia de la revelación, y luego creó el castigo por su ignorancia: una eternidad de tormento consciente en fuego. En cambio, un asesino serial corriente en los Estados Unidos, que pasó su vida violando y torturando niños, sólo necesita abrirse a Dios, aceptar a Jesús en el patíbulo y luego de comer un pollo frito irá a pasar una eternidad en el paraíso tras su muerte. Una cosa debería quedarte perfectamente clara: esta visión de la vida no tiene nada que ver con la responsabilidad moral.
Y noten el doble estándar que exonera a Dios de toda esta maldad: se nos dice que Dios es amor, es bondadoso y justo e intrínsecamente bueno, pero si alguien como yo señala la evidencia obvia de que Dios es cruel e injusto, porque propicia el sufrimiento de gente inocente en alcance y escala que avergonzaría al psicópata más ambicioso, se nos dice que “Dios es misterioso”, que “quién puede entender la voluntad de Dios”. Sin embargo, precisamente este mero entendimiento humano de la voluntad de Dios resulta ser lo que usan los creyentes para establecer su bondad, en primer lugar. Si algo bueno le pasa a un cristiano, si siente dicha mientras reza o cambios positivos en su vida, se nos dice que Dios es bueno. Pero cuando niños de a decenas de miles son arrebatados de sus padres y ahogados se nos dice que Dios es misterioso. Así se juega al tenis sin la red.
Y quiero sugerirles que no es sólo tedioso cuando alguien inteligente habla así, sino que es moralmente repudiable. Esta clase de fe es la perfección del narcisismo: “Dios me ama, ¿no sabías? Me curó de mi eczema”. “Me hace sentir tan bien cuando canto en la iglesia”. “Cuando no había esperanza, me halló un banquero dispuesto a reducir la hipoteca de mi madre”. Dado todo el bien —todo lo que este Dios tuyo no logra en las vidas de otros, dado el sufrimiento que está siendo impuesto a algún niño desesperado en este instante, este tipo de fe es obscena. Pensar así es no razonar honestamente, ni preocuparse lo suficiente por el dolor de otros seres humanos.
Y si Dios es bueno, y justo, y amable y nos quiere guiar moralmente con un libro, ¿por qué darnos un libro que apoya la esclavitud? ¿Por qué darnos un libro que insta a matar gente por crímenes imaginarios como la hechicería? Claro que hay una forma de no tomar estas preguntas seriamente: Dios no está obligado por deberes morales, no tiene que ser bueno. Lo que él mande es bueno. Así que cuando manda a Israel a matar a los malaquitas, ese comportamiento se vuelve intrínsecamente bueno, porque él lo ordenó.
Se nos ofrece una actitud moral psicopática y psicótica. Es psicótica porque porque es delirante: no hay razón para creer que vivimos en un Universo regido por un monstruo invisible, Yahvé. Pero es psicopática, porque es un total desapego del bienestar de los seres humanos. Con tanta facilidad racionaliza la matanza de niños. Solo piensen en los musulmanes que en este momento se hacen volar por los aires, convencidos de que son agentes de la voluntad de Dios, pero quienes le están rezando al dios equivocado. Si tuvieran el dios correcto, lo que hacen sería bueno según la teoría del mandato divino. No estoy diciendo que todas las personas religiosas sean psicópatas o psicóticos, pero para mí éste es el verdadero horror de la religión: permite que gente completamente decente y cuerda crea por millones lo que sólo un lunático creería por su cuenta. Si crees mañana que decir unas palabras sobre tus panqueques los transformará en el cuerpo de Elvis Presley, perdiste la cabeza. Pero si crees más o menos lo mismo sobre una galleta y el cuerpo de Jesús, sólo eres católico.
Y no soy el primero en notar cuán raro es un dios amoroso, que hace que la salvación dependa de creerle sin evidencia. O sea, si viviste hace 2.000 años había abundante evidencia, él practicaba milagros. Pero parece que se cansó de ser tan servicial. Así que ahora, todos heredamos la pesada carga de la inverosimilitud de la doctrina. Y el esfuerzo de cuadrarla con lo que ahora sabemos sobre el Cosmos y lo que ahora sabemos sobre el origen humano de las Escrituras, se vuelve más y más difícil. Y no es un sólo dios genérico, es Dios el Padre y Jesús el Hijo. Y el cristianismo es la verdadera riqueza moral de nuestro mundo.
Bueno, odio tener que decírselos aquí en Notre Dame, pero el cristianismo es un culto al sacrificio humano. El cristianismo no es una religión que repudie el sacrificio humano, es una religión que que celebra un único sacrificio humano como si fuera eficaz: “Dios amó tanto al mundo que le dio su único hijo” (Juan 3:16). La idea es que Jesús sufrió la crucifixión para que nadie sufriera el infierno —excepto esos miles de millones en India, y miles de millones como ellos en la historia. Esto está montado, esta doctrina está montada sobre una historia despreciable de ignorancia científica y barbarie religiosa.
Venimos de gente que enterraba niños bajo los cimientos de las nuevas construcciones como ofrendas a sus dioses imaginarios. Sólo piensen en eso. En muchísimas sociedades, se enterraban niños en huecos. Gente como nosotros, creyendo que eso evitaría que un ser invisible derribara sus edificios. Esta es la clase de gente que escribió la Biblia.
Si hay un marco moral más inmoral que éste, no he oído hablar de él.