A continuación, un breve fragmento del libro «The God Delusion» (traducido como «El espejismo de Dios» o, más precisamente, «El delirio de Dios»), del etólogo, teórico evolutivo y divulgador científico inglés Richard Dawkins. Dedicado especialmente a todos aquellos que tienen una postura «neutra» respecto de las religiones y las creencias mitológicas.
La pobreza del agnosticismo
(Fragmento de «El espejismo de Dios», de Richard Dawkins)
El robusto y muscular cristiano que nos regañaba desde el púlpito de la capilla de mi vieja escuela, admitía una subrepticia consideración por los ateos. Ellos por lo menos tenían el coraje de sus equivocadas convicciones. Lo que este predicador no podía soportar era a los agnósticos: débiles indecisos; papilla sentimental; te aguado, sin postura, cuidadores de cercas. Él estaba en lo correcto parcialmente, pero completamente, por la razón equivocada. En la misma vena, conforme a Quentin de la Bédoyère, el historiador católico Hugh Ross Williamson “respetaba al creyente religioso comprometido y también al ateo comprometido. Él se reservaba su rechazo para las irresolutas mediocridades sin huesos que revoloteaban en el medio”. No hay nada malo en ser un agnóstico en casos donde carecemos de evidencia a favor o en contra. Es una posición razonable. Carl Sagan estaba orgulloso de ser agnóstico cuando se le preguntaba si había vida en alguna otra parte del universo. Cuando él se rehusaba a comprometerse, su interlocutor lo presionaba a él para que dijese qué presentía en su interior (sus tripas), y él inmortalmente replicaba: “Pero es que yo trato de no pensar con mis tripas. En verdad; está bien reservarse el juicio hasta que la evidencia llegue”. La pregunta sobre vida extraterrestre está abierta. Buenos argumentos pueden ser montados para ambas posiciones, y nosotros carecemos de la evidencia para hacer más que una sombra de las probabilidades a favor de una u otra opción. El agnosticismo de cualquier tipo, es una postura apropiada en muchas preguntas científicas; como. ¿Qué causó la extinción al final del período Pérmico? —la mayor extinción en la historia del registro fósil.
Pudo haber sido un meteorito como el que; con mayores probabilidades conforme a la evidencia actual, causó la posterior extinción de los dinosaurios. Pero pudo haber sido cualquiera de otras varias causas posibles; o una combinación. El agnosticismo sobre las causas de estas dos extinciones masivas, es razonable. Pero… ¿Qué hay sobre el asunto de Dios? ¿Deberíamos ser agnósticos sobre él también? Muchos han dicho definitivamente sí; a menudo con un aire de convicción que está al borde de protestar demasiado. ¿Tienen ellos razón?
Comenzaré distinguiendo dos tipos de agnosticismo. El ATP o Agnosticismo Temporal en Práctica, que convierte en legítimo el sentarse en la cerca, cuando realmente existe una respuesta definitiva en una dirección o en otra; pero cuando todavía carecemos de evidencias para alcanzar esas respuestas definitivas (o no entendemos la evidencia; o no hemos tenido tiempo para examinar la evidencia, etc.) El ATP sería una postura razonable hacia la extinción pérmica. Existe una verdad allá afuera y tenemos la esperanza de conocerla algún día; aunque, por el momento no la conocemos.
Pero también existe un profundamente inescapable modo de sentarse en la cerca; que llamaré APP o Agnosticismo Permanente basado en Principios —en inglés PAP. El hecho de que el acrónimo en inglés es igual a una palabra [papilla] usada por el viejo predicador escolar que cité arriba, es (casi) accidental. El modo APP de agnosticismo es apropiado para preguntas que nunca pueden ser respondidas; sin importar cuanta evidencia recolectemos, porque la mera idea de evidencia, no es aplicable. La pregunta existe en un plano diferente; en una diferente dimensión; más allá de las zonas a las que puede alcanzar la evidencia. Un ejemplo podría ser el del castaño filosófico; la pregunta sobre si usted ve al color rojo como yo lo veo. Quizás su verde es mi rojo; o algo completamente diferente a cualquier color que yo pueda imaginar. Los filósofos citan esta pregunta como una que nunca podrá ser respondida, sin importar que nueva evidencia pueda aparecer algún día. Y algunos científicos y otros intelectuales están convencidos —demasiado ansiosamente desde mi punto de vista— que la pregunta sobre la existencia de Dios pertenece a la categoría del APP de inaccesible para siempre.
O él existe o no existe. Es una pregunta científica. Algún día nosotros podríamos saber la respuesta; y mientras tanto, nosotros podemos decir algo completamente fuerte sobre las probabilidades.
En la historia de las ideas existen ejemplos de preguntas que están siendo respondidas sobre las cuales se juzgó antes que estaban por siempre fuera del alcance de la ciencia. En 1835 el celebrado filósofo francés Auguste Comte escribió sobre las estrellas: “Nosotros nunca seremos capaces de estudiar; por ningún método, su composición química o su estructura mineralógica”. Aún así, antes de que Comte hubiese asentado esas palabras, Fraunhofer había comenzado a usar su espectroscopio para analizar la composición química del Sol.
Hoy en día los espectroscopistas condenan diariamente el agnosticismo de Comte con sus análisis a larga distancia de la precisa composición química de hasta las estrellas distantes. Cualquiera que sea el estatus exacto del agnosticismo astronómico de Comte, este es un relato de advertencia sobre la cautela, que sugiere; por lo menos, que deberíamos dudar antes de proclamar la eterna veracidad del agnosticismo en voz demasiado alta. De cualquier forma, cuando se trata de Dios, una gran cantidad de filósofos están felices de hacerlo, comenzando con el inventor de la mismísima palabra, T. H. Huxley.
Huxley explicó su acuñamiento mientras se levantaba frente a un ataque personal provocado por el término. El Rector del King’s College de Londres, el Reverendo Dr. Wace, había atacado fuertemente el “cobarde agnosticismo” de Huxley:
Él puede que prefiera llamarse a sí mismo agnóstico; pero su verdadero nombre es uno más viejo —él es un infiel; que quiere decir, un no creyente. La palabra infiel; quizás, porta un desagradable significado. Quizás es correcto que lo porte. Es; y debe ser, una cosa desagradable para un hombre tener que decir simplemente que él no cree en Jesús Cristo.
Huxley no era el hombre que dejaría pasar ese tipo de provocaciones, y su respuesta en 1889 fue tan severamente crítica como deberíamos esperar (aunque nunca apartándose de las escrupulosas buenas maneras. Al igual que el Bulldog de Darwin, sus dientes estaban afilados por la ironía urbana victoriana). Eventualmente, después de manejar al Dr. Wace, asumir las consecuencias y enterrar los restos, Huxley regresó a su palabra “agnóstico” y explicó como llegó él a ella por primera vez. Otros, notó él:
estaban completamente seguros que habían alcanzado cierta “gnosis” —habían; más o menos exitosamente, resuelto el problema de la existencia, mientras yo estaba completamente seguro que yo no, y tenía una muy fuerte convicción de que el problema era insoluble. Y, con Hume y Kant a mi lado, no podía pensar de mi mismo como presuntuoso al mantener esa opinión…Así que pensé e inventé lo que concebí como apropiado, el título de “agnóstico”.
Más adelante; en su discurso, Huxley continuó explicando que los agnósticos no tienen credo; ni siquiera uno negativo.
El agnosticismo; de hecho, no es un credo, sino un método; la esencia del cual yace en la rigurosa aplicación de un solo principio… Positivamente, el principio puede ser expresado: En asuntos del intelecto, siga a su razón tan lejos como pueda llevarlo, sin preocuparse por ninguna otra consideración. Y negativamente: En asuntos del intelecto, no pretenda que las conclusiones son ciertas si no han sido demostradas o no son demostrables. Eso es lo que yo tomo como la fe agnóstica, la que si un hombre mantiene completamente y sin mancha, no debe avergonzarse al mirar al universo en la cara, cualquiera que sea lo que el futuro tenga guardado para él.
Para un científico; esas son nobles palabras, y uno no critica a T. H. Huxley con ligereza. Pero Huxley, en su concentración sobre la absoluta imposibilidad de probar o desprobar a Dios, parece haber estado ignorando la sombra de las probabilidades. El hecho de que nosotros no podamos ni probar ni des-probar la existencia de algo, no coloca a la existencia y a la no-existencia en igualdad de condiciones. Yo no pienso que Huxley estaría en desacuerdo, y sospecho que cuando él parecía estarlo, él se estaba doblando hacia atrás para conceder un punto, con el interés de asegurar otro. Todos nosotros hemos hecho esto una que otra vez. Al contrario de Huxley, debo sugerir que la existencia de Dios es una hipótesis científica igual a cualquier otra. Aún si es difícil de someter a prueba en la práctica, pertenece a la misma caja del ATP o agnosticismo temporal que las controversias sobre las extinciones del Pérmico y el Cretáceo. La existencia o no existencia de Dios es un hecho científico sobre el universo, descubrible en principio si no en la práctica. Si él existiera y decidiese revelarlo, el mismo Dios podría agarrar el argumento, ruidosamente e inequívocamente, a su favor. Y hasta si la existencia de Dios es nunca probada o des-probada con certidumbre de una manera u otra, la evidencia disponible y el razonamiento pueden arrojar un estimado de las probabilidades lejos del cincuenta por ciento.
Tomemos entonces la idea de un espectro de probabilidades seriamente. Y coloquemos los juicios humanos sobre la existencia de Dios a lo largo de éste; entre dos extremos de opuesta certeza. El espectro es continuo, pero puede ser representado por los siguientes siete monolitos a lo largo del camino:
- Fuertemente teísta. Cien por ciento de probabilidades de Dios. En las palabras de C. G. Jung: “Yo no creo, Yo sé”.
- Muy Alta probabilidad pero menor al cien por ciento. Teísta de facto: “No lo puedo saber con certidumbre, pero creo fuertemente en Dios y vivo mi vida con la asunción de que él está allí”.
- Mayor al cincuenta por ciento; pero no muy alta. Técnicamente agnóstico pero se inclina hacia el teísmo: “Tengo mucha incertidumbre, pero estoy inclinado a creer en Dios”.
- Exactamente cincuenta por ciento. Agnóstico completamente imparcial. “La existencia y la no-existencia de Dios son exactamente iguales de probables”.
- Menos del cincuenta por ciento pero no muy bajo. Técnicamente agnóstico pero se inclina al ateísmo: “Yo no se si Dios exista, pero me inclino a ser escéptico”.
- Muy bajas probabilidades, pero sin llegar a cero. Ateo de facto: “No puedo saberlo con certidumbre, pero pienso que Dios es muy improbable, y vivo mi vida con la asunción de que él no está allí”.
- Fuertemente ateo. “Yo sé que Dios no existe, con la misma convicción de que Jung “sabe que existe uno”.
Me sorprendería conocer a mucha gente de la categoría 7, pero la incluí por la simetría con la categoría 1, que está bien poblada. Está en la naturaleza de la fe de que uno sea capaz; como Jung, de mantener una creencia sin la razón adecuada para hacerlo (Jung también creía que algunos libros de su estantería en particular, explotaban espontáneamente con un ruidoso bang). Los ateos no tienen fe; y sólo la razón no puede propelerlo a uno hasta la convicción total de que algo definitivamente no existe. En consecuencia, la categoría 7, está en la práctica mucho más vacía que su número opuesto; la categoría 1, que tiene muchos devotos habitantes. Yo me cuento a mí mismo en la categoría 6, pero inclinado a la 7 —soy agnóstico solo hasta el punto de que no soy agnóstico sobre la existencia de hadas en el fondo del jardín.
El espectro de probabilidades funciona bien con ATP (agnosticismo temporal en práctica). Es superficialmente tentador colocar al APP (agnosticismo permanente basado en principios) en el medio del espectro; con un cincuenta por ciento de probabilidades de la existencia de Dios, pero no es correcto. Los agnósticos APP; están convencidos de que nosotros no podemos decir nada; en un sentido u otro sobre la pregunta de la existencia de Dios. La pregunta para los agnósticos APP; por principio, no tiene respuesta, y ellos deben rehusar estrictamente colocarse a ellos mismos en algún lugar del espectro de probabilidades. Al hecho de que yo no puedo saber si su rojo es el mismo que mi verde no se le puede asignar una probabilidad del cincuenta por ciento. No tiene sentido responder con una probabilidad a una proposición que es ofrecida para ser aceptada o rechazada. De todas formas, es un error común, que encontraremos de nuevo, saltar desde la premisa de que como la pregunta sobre la existencia de Dios en principio no puede responderse, que la conclusión es que su existencia y su no-existencia tienen iguales probabilidades. Otra forma de expresar ese error; es en términos de la carga de la prueba, y en esta forma es satisfactoriamente demostrada por la parábola de Bertrand Russell sobre una tetera celestial.
Muchas personas ortodoxas hablan como si fuese la responsabilidad de los escépticos des-probar ciertos dogmas en vez de que sea la responsabilidad de los dogmáticos el probarlos. Esto es; por supuesto, un error. Si yo sugiriese que entre la Tierra y Marte hay una tetera de porcelana para te dando vueltas alrededor del Sol en una órbita elíptica, nadie sería capaz de des-probar mi afirmación debido a que yo fui cuidadoso en añadir que la tetera es tan pequeña que no puede ser vista ni por el más poderoso de nuestros telescopios. Pero si yo continuase para añadir además que como mi afirmación no puede ser des-probada, sería una intolerable presunción de la razón humana dudar de ella, debe pensarse correctamente de mí que estoy hablando sin sentido. Si; en cambio, la existencia de tal tetera fuese afirmada en un libro de la antigüedad, enseñada como una verdad sagrada cada domingo e introducida gradualmente en la mente de los niños en las escuelas, dudar en creer en su existencia se convertiría en una marca de excentricidad y daría derecho a enviar a quien duda al psiquiatra en la era de la ilustración o al inquisidor en tiempos más antiguos.
Nosotros no perderíamos el tiempo diciendo eso, porque nadie; que yo sepa, adora a las teteras. Pero, si somos presionados, no dudaríamos en declarar nuestra fuerte creencia en que —positivamente— no existe ninguna tetera orbitando la Tierra. Sí, estrictamente, todos nosotros deberíamos ser agnósticos de la tetetera: nosotros no podemos probar; con seguridad, que no existe una tetera celestial. En la práctica, nosotros nos alejamos del agnosticismo de la tetera hacia el ateísmo de la tetera [sic: ateapotismo, porque en inglés “tetera” se dice: tea pot].
Un amigo; que fue criado como judío y todavía respeta el sabbath y otras costumbres judías por lealtad a su herencia étnica, se describe a si mismo como un “agnóstico del Ratón Pérez”. Él considera a Dios como no más probable que el Ratón Pérez. Usted no puede desprobar ninguna de las dos hipótesis, y ambas son igualmente improbables. Él es ateo en tan gran medida como los es sobre el Ratón Pérez. Y agnóstico sobre ambos en la misma medida.
La tetera de Russell; por supuesto, representa una infinita cantidad de cosas cuya existencia es inconcebible y que no pueden ser desprobadas. El gran abogado estadounidense Clarence Darrow dijo: “Yo no creo en Dios en la misma medida en que no creo en Mamá Gansa”. El periodista Andrew Mueller es de la opinión que: “no es más o menos extraño que decidir creer que el mundo tiene la forma de un rombo, y que es llevado por el cielo en las tenazas de dos enormes langostas verdes llamadas Esmeralda y Keith”. Un favorito filosófico, es el invisible, intangible e inaudible unicornio, la des-prueba del cual es intentada anualmente por los niños en Camp Quest.
Una deidad popular en Internet en la actualidad —y tan indes-probable como Yaweh o cualquier otra— es el Monstruo de Espagueti Volador; el que, afirman muchos, los ha tocado con su apéndice espaguetoso. Estoy encantado de ver que el Evangelio del Monstruo de Espagueti Volador ha sido publicado ahora en forma de libro, con una gran aclamación. Yo no lo he leído; pero ¿quién necesita leer un evangelio cuando uno simplemente sabe que es cierto? De paso, tenía que suceder —una Gran División ya ha ocurrido, resultando en la Iglesia Reformada del Monstruo de Espagueti Volador. El punto de todos estos ejemplos no convencionales es que todos ellos no pueden ser des-probados, aún así, nadie piensa que la hipótesis sobre su existencia está a la par con la hipótesis de su no-existencia. El punto de Russell es que la carga de la prueba deben llevarla los creyentes, no los no-creyentes. El mío es el punto relacionado con que las probabilidades a favor de la tetera (Monstruo de Espagueti / Esmeralda y Keith / unicornio, etc.) no son iguales a las probabilidades en contra.
El hecho de que las teteras que recorren una órbita y el Ratón Pérez, no pueden ser des-probados, no es sentido por ninguna persona razonable, como el tipo de hecho que resuelve una discusión interesante. Ninguno de nosotros se siente obligado a des-probar ninguna de las millones de cosas traídas por los cabellos, que una imaginación fértil o risible pueda soñar. Yo he hallado que es una estrategia divertida, cuando me preguntan si soy ateo, señalar que quien hace la pregunta también es ateo en relación con Zeus, Apolo, Amon Ra, Mithras, Baal, Thor, Wotan, El Becerro de Oro y el Monstruo de Espagueti Volador. Acabo de pasarme por un dios.
Todos nosotros nos sentimos con derecho a expresar un escepticismo extremo hasta el punto de no creer en lo absoluto —excepto que en el caso de los unicornios, el Ratón Pérez y los dioses de Grecia, Roma, Egipto y de los Vikingos, no existe (hoy en día) ninguna preocupación. En el caso del Dios abrahamico; sin embargo, si existe una preocupación; porque una sustancial proporción de la gente con la cual nosotros compartimos este planeta sí cree fuertemente en su existencia. La tetera de Russell demuestra que la ubicuidad de la creencia en Dios; en comparación con la creencia en teteras celestiales, no cambia en la lógica, la carga de la prueba, aunque pareciese cambiarla en cuanto a política práctica. Que usted no pueda probar la no-existencia de Dios es aceptado y trivial, sólo en el sentido de que nosotros nunca podemos probar absolutamente la no-existencia de cualquier cosa. Lo que importa no es si Dios es des-probable (él no lo es), sino si su existencia es probable. Este es otro asunto. Algunas cosas indes-probables son sensiblemente juzgadas como mucho menos probables que otras cosas indes-probables. No existe razón para considerar a Dios como inmune de ser considerado a lo largo del espectro de las probabilidades. Y ciertamente no existe razón para suponer que; sólo porque Dios no puede ser ni probado ni desprobado, su probabilidad de existencia es del cincuenta por ciento. Todo lo contrario, como veremos.
muy interesante, ya lo agregue a la lista de libros para leer :)
Risposta (2013)
Con poche pennellate, mi descrivi
come un salice piangente tra vapori.
Vi è una triste fatalità nelle cose!
E sono altro da te, nel mio cuor
selvatico non porto immaginetta
alcuna. Se il buon Dio che dici
ci fosse davvero, non lo descriverei
a parole, non darei barba e baffi
bianchi al nonnino, né geometrie
di un monocolo. Qualcuno ha detto
di conoscerlo? Questo è blasfemo,
poiché la conoscenza avviene solo
in fisicità. Coi sensi non si può
cogliere l’assoluto al di là di velo,
e il pensiero, come un battito d’ali
nello spazio, ne oggettivizza solo
un minimo fatto. Ed è tutto qui,
il Nulla in cui credo, con tuo disagio.
Francesco, Perugia – agnostico razionale
(Nota: il presente scritto è inserito in volumetto spedito anche al Vaticano)
Interesante artículo. Y lo dice un agnóstico al que le gustaría creer.