Vamos a morir. Y eso nos convierte en los afortunados.
La mayoría de la gente nunca va a morir, porque nunca va a nacer. La gente que potencialmente podría haber estado aquí en mi lugar, pero que de hecho nunca verá la luz del día, supera holgadamente la cantidad de granos de arena del Sahara.
Sin duda entre esos fantasmas no nacidos, hay poetas más grandes que Keats, científicos más grandes que Newton. Sabemos esto porque el conjunto de
personas posibles que permite nuestro ADN supera masivamente al conjunto de personas que existen.
A pesar de esta abrumadoramente pequeña posibilidad, somos tú y yo, en nuestra normalidad, quienes estamos aquí.
Nosotros, los pocos privilegiados que ganamos la lotería de nacer —contra todo pronóstico— ¿cómo osamos lloriquear por nuestro inevitable regreso a ese estado previo del que la inmensa mayoría nunca escapó?
Y ya que todos vamos a morir (que novedad no?), me despido con las siguientes EXCELENTES afirmaciones (pa’meterle onda al Apocalipsis vio?):
ne dio vuelta la cabeza este video